Cuando Felipe II levantó este Monasterio se propuso en un principio que fuese un edificio para acoger los restos mortales de su padre, Carlos V, y de la familia real. Poco a poco, según se fue levantando el edificio, se fueron forjando nuevos objetivos, como la residencia real, el centro de cultura, seminario de estudios, talleres de oficios, hospedería, hospital…
Y todo bajo un común denominador: “que todo estuviese bajo razón”. Frase que usa el Padre Sigüenza para encomiar el edificio en sí, pero que se puede aplicar a todos sus fines. Sin olvidar que la razón debía de estar en conformidad con la fe, tal como la exponía Trento.
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